Hay muchas maneras de meditar, como también hay diferentes tipos de clasificación de las meditaciones. Una de las clasificaciones que podemos encontrar es la siguiente:
Meditación budista, o meditación completa de la mente: mantener la mente enfocada en el momento presente. Se puede realizar en cualquier momento y cualquier lugar. Se trata de poner toda nuestra consciencia, toda nuestra atención, en lo que estamos haciendo en ese momento, en el aquí y ahora, disfrutando de lo que estás haciendo y sintiendo todos y cada uno de los movimientos y los estímulos que recibes con lo que estás haciendo, sin pensar en lo que hiciste en otro momento anterior o lo que harás después. Eckhart Tolle lo explica muy bien en su libro “El poder del ahora”: Cuando te bañas, piensas en el desayuno. Cuando desayunas, piensas en el trabajo. En el trabajo, piensas en la salida. Saliendo, piensas en llegar a casa. Estando en casa, piensas en el día de mañana. Hoy, no has estado presente. Hoy, no has vivido el ‘ahora’. Te estás perdiendo de la vida misma…
La técnica es sencilla, pero para una mente desentrenada es difícil mantener la atención en algo más de tres minutos ya que muchas veces nuestra mente se va a buscar en nuestra memoria situaciones similares a la que estamos viviendo y empezamos a comparar, por lo que no vivimos lo del momento como único.
Meditación zen o zazen: sentado en concentración. Consiste en enfocar la atención en contar la respiración y si surge cualquier distracción iniciar la cuenta de nuevo. El reto es llegar a experimentar el vacío. Se realiza completamente inmóvil, pues cualquier movimiento indica que alguna sensación del cuerpo te ha distraído.
Meditación trascendental. Consiste en repetir un mantra sagrado una y otra vez, durante un periodo de tiempo de unos 20 minutos, dos veces al día.
Meditación vipassana o meditación penetrante. Es originaria de la India. Se basa en la observación de las cosas, de la mente, de las situaciones. Así podemos tomar el control de las acciones y reacciones sin sufrimiento ni negatividad. Primero tienes que generar una actitud de observación, después concentrarte en la respiración y en la actividad que esta genera en tu cuerpo: fosas nasales, pulmones, diafragma… El tercer paso es observar las reacciones del cuerpo sin reaccionar ante ellas. Finalmente, tratas de sentir y emanar amor por todo tu cuerpo.
Meditación kabbalah. Es una meditación religiosa habitual de los judíos. Los principiantes realizan la meditación llamada Shema y se hace inhalando y exhalando produciendo el sonido “sh”, y luego haciendo el sonido “mm” hasta profundizar en la mente. Los alumnos avanzados se centran en Shviti, una línea del salmo 16 de su libro sagrado, antes de realizar la meditación.
Meditación mantra. Se trata de cantar mantras, cánticos sagrados. Los mantras están hechos de sonidos básicos, vibrantes y específicos, que producen una frecuencia determinada cuya vibración estimula el sistema endocrino, liberándose hormonas que provocan cambios de humor y en las emociones. Cantando mantras mantenemos la mente ocupada y la respiración se vuelve rítmica.
Meditación sufi. Es de origen mahometano. Hay diferentes caminos dentro de la meditación sufí y cada uno utiliza distintas técnicas de concentración. Una de ellas trata de centrarse en el amor para activar el chakra del corazón e ir más allá de la mente. Puedes pensar en Dios o en una persona muy querida para ti para que sea fácil empezar. La meditación es en silencio.
Meditación Dzogchen. Se relaciona con el budismo tibetano. No utiliza una respiración especial o mantra. Es considerada el tipo de concentración natural y se puede realizar con los ojos abiertos. Se trata de buscar en nosotros mismos todo lo que necesitamos, pues sea lo que sea lo podemos conseguir en nosotros mismos. Las principales bases de esta meditación son “solo respirando, solo sentándote, solo siendo”
Meditación chakra. En ella se trabaja con los chakras, los centros de energía del cuerpo. Se trata de concentrarse en cada uno de los chakras principales y sus cualidades.